Época: Hiroshima L3
Inicio: Año 1942
Fin: Año 1945

Antecedente:
La batalla de Midway

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Los propios vencedores reconocen que la razón más obvia para el fracaso de los planes japoneses fue la imposibilidad de proceder con la sorpresa que ellos daban por descontada. La importancia de la sorpresa es evidente en cualquier acción bélica, pero también lo es que con la superioridad de medios empleados no tenían necesidad los japoneses de sorprender a nadie para vencer.
Pero cuando comenzaron las operaciones de las Aleutianas, el 3 de junio, los japoneses tenían dispersos sus buques en no menos de 10 grupos en las áreas del Pacífico septentrional y central. Y no se trataba tanto de concentrarlo todo en un solo haz de buques, cuanto de apuntar a un solo objetivo.

Las fuerzas de Yamamoto se hallaban lo bastante desparramadas, aun las más cercanas, como para no poder ayudarse mutuamente a tiempo. Los portaaviones destinados a las Aleutianas podían haber sido decisivos (5).

El prestigioso historiador y crítico militar británico, Fuller, calificó el plan japonés de radicalmente erróneo y de deplorable la distribución de fuerzas por su gran complejidad y por haber ignorado el principio de la concentración.

Si Yamamoto prefería ocupar Midway antes de neutralizar los portaaviones enemigos, por lo menos debía "retener tres de sus portaaviones hasta descubrir el paradero de los norteamericanos y, entre tanto, dejar la operación preparatoria contra Midway a sus acorazados y cruceros, mejor dotados para ello que la aviación, destinando un portaaviones a protegerlos" (6).

A lo cual hay que agregar un conjunto de errores tácticos que Hart, otro brillante comentarista militar e historiador, condensa así: "El no enviar suficientes aviones de reconocimiento para localizar a los portaaviones americanos; la falta de cazas a gran altura; las escasas precauciones contra incendios; el atacar con aviones de los cuatro portaaviones, lo que significaba que tenían que recuperar y rearmar sus aviones al mismo tiempo, por lo que había un período en que los portaaviones no tenían ningún poder; el dirigirse hacia el enemigo cuando tenían lugar los cambios, lo que daba a los aviones norteamericanos la oportunidad de localizar las fuerzas de Nagumo con mayor facilidad y atacarlos antes de que pudiera responder o defenderse con sus cazas, pudiéndose atribuir tales fallos a una confianza excesiva y complaciente" (7).

En Midway, pese a la sofisticada tontería japonesa, fue determinante el papel del espionaje. Nimitz lo reconoce sin ambages: "Midway fue esencialmente una victoria de los servicios de inteligencia..., conocimiento que hizo posible la victoria americana, por lo que es indudable que el conocimiento de los planes japoneses (...) fue un factor decisivo. Ahora bien, en vista de las flacas fuerzas de que disponía el alto mando de los Estados Unidos para hacer frente a la amenaza, la situación era muy parecida a la de conocer de antemano que se aproxima un desastre irreversible" (8).

"De cualquier forma, de no haber sido por todo esto -afirma el historiador oficial de la Marina norteamericana- el David de la Armada de los Estados Unidos nunca habría sido capaz de hacer frente al Goliat japonés" (9). Hay que precisar también que David disponía de radar y Goliat no.